Calidología Blog sobre calidad y gestión en organizaciones sanitarias

La responsable de un centro de atención infantil temprana comparte la experiencia de su equipo con el proceso de transformación que el CAIT vivió a través de la certificación ACSA

Rocío Carrasco Villalón Coordinadora del Centro de Atención Infantil Temprana San Juan de dios de Sevilla

Acabábamos de hacer el 9º aniversario como Centro de Atención Infantil Temprana San Juan de Dios y nos marcamos como objetivo “meterle mano” a eso de la calidad. Conocía el manual, incluso alguna vez había sentido curiosidad y lo había ojeado. Por eso me rondaba la idea de que estaría bien que pudiéramos celebrar 10 años en nuestro centro con una certificación.

Nuestro inicio en esto fue, como en todos los casos, con una visita de la persona que nos iba a acompañar en el proceso. Como coordinadora de mi unidad, lo tenía claro: esto de la calidad debía hacerse en equipo, por lo que lo primero era informar a los compañeros de que empezábamos y que quien quisiera, voluntariamente, podía venir a una reunión para que nos informaran de que hacer como siguiente paso.

En atención temprana el trabajo en equipo es algo que llevamos muy integrado en nuestra forma de dar respuesta a las necesidades de los menores con los que trabajamos, pero nunca dejará de sorprenderme hasta dónde llega el poder de un equipo. Como decía, era voluntario, fuera del horario (para no cambiar agenda de citas a las familias, ya que esto era un añadido al día a día) y allí estaban todos, nadie lo había dudado, querían estar y ser partícipes de esta aventura.

Recuerdo la primera vez que empecé a oír palabras que hasta ese momento no estaban en mi vocabulario como estándares, evidencias, procesos, elementos evaluables… eran como un montón de piezas inconexas que no tenía muy claro cómo ordenar.

Y, como el cerebro humano intenta sacar patrones predictivos para poder ordenar, nos pusimos a ello. Estaba claro que necesitábamos al menos tres cosas: tiempo, organizarnos (un equipo dentro del equipo que se dedicara a dar forma a la “calidad”) y un plan de trabajo (marcarnos objetivos alcanzables con un cronograma).

Empezamos con el proceso de autoevaluación, palabra que suena a examen interior y que nos enfrentaba al miedo de no saber qué se espera de nosotros.

La primera conclusión fue rápida: que siempre lo hayamos hecho así no significa que sea la mejor forma de hacerlo. Segunda conclusión: en atención temprana estamos obligados a ser eficientes. Tenemos poco tiempo para reconducir las trayectorias del neurodesarrollo (0-6 años). Esto nos obliga a tener claro lo que tenemos que hacer en las posibles situaciones en las que nos encontramos cada día, y no siempre nos habíamos parado a pensar en ello.

Estándar tras estándar, nos paramos a pensar qué quería decir, cómo lo hacíamos nosotros en San Juan de Dios y cómo podíamos “demostrar” que cumplíamos con lo que ahí se pedía. Entonces llego la tercera conclusión: cada centro construye a su forma.

Seis meses más tarde, muchas horas, protocolos y evidencias después, llega la visita de evaluación. Y, por mucho que habíamos trabajado en todo, nos seguía dando la sensación que quedaba mucho por hacer.

La sensación durante la visita era de que ese examen interior ahora era corregido en público. Pero poco a poco, a medida que esta avanzaba, nos relajábamos y nos dimos cuenta de que solo teníamos que mostrar lo que habíamos construido.

Este proceso nos había permitido:

  • crecer de forma “ordenada”
  • introducir mecanismos de control de “los fuegos que aparecen todos los días”, en la gestión del centro con los usuarios, los familiares, los profesionales, etc.
  • el equipo de profesionales habíamos hecho de nuestra forma de hacer un modelo propio, no impuesto.

Sin duda, para mí esto ha supuesto un proceso de crecimiento y fortalecimiento como profesional. La calidad no se termina con una certificación, esa no es la meta. Calidad es una nueva forma de trabajar; mides y valoras tu trabajo diario; sigues detectando áreas de mejora; ahorras tiempo de gestión, ya que tienes respuestas a preguntas recurrentes y disminuye la variabilidad de las respuestas entre los distintos profesionales que trabajamos codo con codo a diario.

Y por supuesto, te das cuenta de que en tu equipo de calidad también están los evaluadores, que nos han acompañado durante todo el camino y que saben hacernos llegar al sitio que nos hemos marcado.